La categorización de impureza sobre el cuerpo de las mujeres que se ha invocadocomo motivo y causa de exclusión de éstas, no solo en el ámbito religioso, sino tambiénen los espacios sociales se la debemos en gran medida al texto de Levítico 15,19-33. En el texto se menciona que las mujeres somos impuras por la menstruación,es decir, por la sangre que se derrama en uno de los cíclos, y todo lo que se toca otiene contacto queda impuro. Una inadecuada interpretación del texto ha servido dejustificación para que la sangre de las mujeres siga siendo símbolo de exclusión ydominación, no así en el caso de los hombres, pues la sangre de estos ha sido consideradacomo héroes o martíres. El presente artículo tiene un doble objetivo, de unlado analizar el texto en torno a las impurezas de los fluidos, y de otro lado hacer unahermenéutica teológica del texto para nuestros contextos marcados por el derramamientode la sangre de personas víctimas de la violencia, especialmente la sangre delas mujeres y la de sus cuerpos considerados sucios.
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